Desde hace más de cuatro décadas, la Universidad de Stanford perfecciona una metodología pedagógica que ha cambiado la forma en que niños y jóvenes se acercan a la programación. No se trata solo de aprender a codificar, sino de descubrir un nuevo lenguaje para entender el mundo, resolver problemas y dar vida a ideas.
Esta metodología nació en los cursos introductorios de programación y ha evolucionado hasta convertirse en un puente para llevar tecnología y conocimiento a todos, sin importar su edad, origen o condición económica. Su esencia está en acompañar al estudiante desde lo más simple hasta lo más complejo, con una estructura clara, amigable y progresiva.
En el corazón de este enfoque están los “módulos”: piezas pequeñas de conocimiento que, como ladrillos, se ensamblan para construir grandes ideas.
“Uno de los primeros módulos de este recorrido es aprender a programar a Karel, un pequeño robot virtual con apenas cuatro comandos básicos. A través de Karel, los estudiantes entienden los principios fundamentales de la lógica computacional sin sentirse abrumados. Luego avanzan hacia el lenguaje Python y se enfrentan a retos más complejos y cercanos a la vida real: crear videojuegos, programas para resolver trivias o aplicaciones que gestionan información. Este progreso gradual y accesible busca empoderar a cada estudiante, sin importar su edad, idioma o nivel previo de conocimiento”, señaló Andrew Tierno, instructor de Stanford.
El sueño de llevar esta metodología más allá del campus de Stanford se hizo realidad gracias al profesor Chris Peach, quien lideró una iniciativa para compartirla con comunidades educativas en todo el mundo. Así nacieron alianzas con instituciones de África, Europa, y América , incluyendo la Universidad de los Andes en Colombia y una universidad en Brasil. Estas colaboraciones permitieron adaptar los contenidos a contextos culturales diversos, manteniendo la esencia del aprendizaje activo, colaborativo y creativo.
En 2019, Stanford y la Facultad de Ingeniería de la Universidad de los Andes lanzaron el primer campamento de programación en Colombia, dirigido a estudiantes de colegios públicos y privados de todo el país. Desde entonces, ya son cinco versiones del campamento, con alrededor 500 jóvenes participantes, muchos de los cuales vivieron allí su primer encuentro con el mundo de la programación.
Compañeros inesperados: tutores basado en inteligencia artificial
En la más reciente edición del campamento, https://pylatino.com, que culminó el 5 de julio de 2025, se sumó un nuevo aliado: Chiwichat, un tutor virtual basado en inteligencia artificial. Fue diseñado por los instructores de Uniandes y ajustado cuidadosamente para integrarse de manera orgánica a la plataforma del campamento.
Chiwichat se convirtió en una guía esencial para los estudiantes. Sin dar respuestas directas, los acompañó en la construcción de sus proyectos, orientándolos paso a paso con un lenguaje cercano, motivador y adaptado a su nivel. Su presencia fue clave, sobre todo en un espacio donde convergen jóvenes con trayectorias muy distintas: algunos con conocimientos previos, otros que apenas daban sus primeros pasos.
“Este tutor no fue creado para entregar soluciones automáticas, como muchas herramientas de IA, sino para ser un verdadero compañero en el proceso de aprendizaje. Con frases como ‘¡Lo lograste! ¡Eres un campeón!’, Chiwichat no solo resolvía dudas, también reforzaba la confianza de cada estudiante”, explicó Kelly Garcés, profesora del Departamento de Ingeniería de Sistemas y Computación de la Universidad de los Andes y una de las líderes del proyecto.
Además, los estudiantes usaron otros agentes de IA diseñados por Stanford: uno que ofrecía retroalimentación sobre la calidad del código y otro que ayudaba a detectar y corregir errores comunes. Todo el contenido fue cuidadosamente traducido y contextualizado al español, incluyendo mensajes técnicos y errores, para que ningún estudiante se sintiera excluido por el idioma.
Más allá de su utilidad técnica, la inteligencia artificial se convirtió en una herramienta pedagógica para fomentar el pensamiento crítico. En lugar de reemplazar al estudiante, lo motivaba a reflexionar, a tomar decisiones sobre las sugerencias recibidas y a desarrollar autonomía. “Esta idea de ‘co-programar’ con la IA, donde el estudiante no es solo un ejecutor sino un evaluador activo, se alinea con una nueva visión de enseñanza que estamos promoviendo en nuestros cursos”, añadió la profesora Garcés.
Mentores que inspiran
Aunque la inteligencia artificial tuvo un papel destacado, el alma del campamento sigue siendo el acompañamiento humano. La metodología de Stanford se fundamenta también en la figura de los mentores: estudiantes avanzados o egresados que, con entusiasmo y generosidad, comparten su conocimiento como forma de retribuir la oportunidad de haber estudiado lo que aman.
Estos mentores no solo guían a los estudiantes, sino que también crecen con ellos. Al enseñar, resuelven problemas reales, exploran sus propios intereses y fortalecen su vocación. En el campamento, por cada grupo de 10 a 15 estudiantes, hay un mentor capacitado que adapta las actividades, fomenta el trabajo en equipo y siembra en los jóvenes el deseo de seguir aprendiendo y compartir lo aprendido.
“Se trata de una red global de mentores apasionados que entienden que enseñar también es una forma de aprender. Esa conexión humana hace que cada sesión tenga sentido, que cada logro se celebre y que cada error sea una oportunidad para crecer”, señaló Andrew Tierno, profesor de Stanford.
Un campamento lleno de sueños
Así, entre clases, retos, juegos y nuevas amistades, culminó una nueva edición del Campamento de Programación. Cerca de 90 estudiantes, de los cuales la mitad fueron mujeres, provenientes de 61 colegios públicos y privados, vivieron dos semanas que marcarán un antes y un después en su forma de ver el mundo.
Los jóvenes se despidieron de sus nuevos amigos, de sus profesores y de sus mentores, con una nueva herramienta que llevarán en su maleta para toda la vida, sin importar la vocación que elijan. “La programación y el software está en todas partes, no solo en el mundo de la tecnología. Aprender a programar es aprender a entender el mundo”, sostuvo la profesora Kelly durante la ceremonia de cierre.
Gracias al apoyo de la Fundación Vélez Reyes, 50 de los participantes provenientes de estratos 1, 2 y 3 pudieron hacer parte del campamento. Una muestra concreta de que el talento está en todas partes, y que cuando se abren oportunidades, florecen nuevos futuros.
Lo que viene
Esta quinta edición fue también el punto de partida de un nuevo sueño: el primer campamento de programación 100 % virtual, que se llevará a cabo entre octubre y noviembre de este año y que espera impactar a más de mil jóvenes de toda América Latina. Con el apoyo de la Fundación Vélez, esta nueva versión representa una apuesta por la inclusión, la equidad y la expansión del conocimiento sin fronteras.
Además del campamento, la Fundación Vélez impulsa el acceso a la educación superior a través del programa Becatec, que otorga becas a jóvenes de diferentes regiones del país para estudiar carreras como Ciencia de Datos o Ingeniería de Sistemas. En el último año se han otorgado al menos 10 becas, y se espera entregar más en el próximo semestre.
El Departamento de Ingeniería de Sistemas y Computación de la Universidad de los Andes agradece profundamente a la Fundación Vélez, a los colegios, a los padres, a los estudiantes y a los mentores por creer, por sumar y por inspirar. Porque enseñar programación no es solo formar programadores, es formar pensadores, creadores y ciudadanos del mundo.
La Universidad de Stanford, la Universidad de los Andes y la Fundación Vélez seguirán uniendo esfuerzos para que más jóvenes descubran su potencial y encuentren en la educación un camino real de transformación. Porque cuando se enseña con empatía, se construye desde lo simple y se comparte el conocimiento con el mundo, la educación se convierte en el acto más poderoso de cambio.
Autora: María Angélica Huérfano