Desde niña, Pia soñaba con ser actriz, pero la vida tenía otro escenario preparado para ella. Creció entre la finca de su papá y los viajes a la playa con su mamá, rodeada siempre de naturaleza. Esos paisajes moldearon su amor por el planeta y le sembraron una certeza: debía hacer algo para protegerlo.
Cuando llegó el momento de elegir su carrera, no tuvo que pensarlo demasiado. Empezó estudiando Ciencias Ambientales en Canadá, pero su situación migratoria la llevó a regresar a su natal República Dominicana para emprender otro viaje que la traería hasta Bogotá, Colombia.
Desde su estadía en Canadá y por recomendación de uno de sus profesores, empezó a ver en la Ingeniería Ambiental una oportunidad para cumplir con un concepto que a Pia le encanta. El “ikigai”, que propone encontrar una intersección entre eso en lo que somos buenos, lo que amamos, lo que el mundo necesita y lo que nos puede generar ingresos. Algo que sí tenía súper claro era que sería en la Universidad de los Andes.
Así comenzó esta historia que, aunque en sus inicios estuvo marcada por la pandemia, le dejó a nuestra estudiante unos de los mejores recuerdos de su vida.
“Asistir a clases luego del confinamiento fue una experiencia cautivadora y nutritiva, en especial por las grandes personas con las que pude compartir y por las grandes experiencias que tuve en los laboratorios, en las salidas de campo y en los diferentes proyectos en los que trabajé, como bases de un aprendizaje hands-on. Estas actividades me brindaron un mejor panorama de qué puedo lograr con la teoría, de cómo encaja en el mundo real”, sostuvo.
Siempre fue una alumna destacada, en especial en clases como la de potabilización. “Pensar que podemos tomar agua de una fuente contaminada y producir un vaso de líquido potable, es bacanísimo; le pisa los talones al realismo mágico”, añadió.
Pero también le encantaban los mapas, “Me divertí en las clases en las que utilicé el Sistema de Información Geográfico, SIG, y en otras que, aunque no son parte del programa, lo complementaron de manera excepcional como sucede con Justicia Ambiental, que me brindó una perspectiva holística y profunda sobre los problemas que muchos ingenieros pecamos en observar únicamente desde nuestra esquina”, dijo.
Ocupar el primer lugar en el Examen de Estado de Calidad de la Educación Superior – Saber Pro-2023, fue un revuelto de emociones, sorpresa, felicidad, orgullo.
“Realicé con juicio todo el examen. El Saber Pro contiene diversos módulos, entre ellos la educación cívica, inglés, competencia escrita y análisis de texto, más allá de únicamente matemática o conceptos de ingeniería. De hecho, me encontré con cosas que nunca había visto en la vida, como los diagramas de Pareto e Ishikawa. Sin embargo, mi éxito lo atribuyo al privilegio que tengo de obtener educación de calidad. El privilegio de estar en club de debate, de aprender inglés desde chica, de que me hubieran inculcado el hábito de la lectura, de tener todas mis necesidades básicas cubiertas, de vivir cerca de la universidad. No quiero profesar el trabajar duro sin reconocer el colchón que me permite en primera instancia dedicarme a ello”, subrayó.
Cuando le preguntan por su secreto para obtener el mejor puntaje, responde sin rodeos: “Practiqué con los cuadernillos del ICFES. Al principio, me intimidaba. Es un examen sobre toda la carrera y uno duda si realmente recuerda temas antiguos. Pero es cierto que las preguntas de opción múltiple permiten descartar respuestas. Hay que tomarse el tiempo. También recomiendo practicar la argumentación escribiendo ensayos cortos y usar los recursos gratuitos de la página del ICFES. Y claro, ¡llevar un botilito con agua!”.
Hoy, Pia cursa una doble titulación en el Politécnico di Milano, en Italia. Sueña con graduarse, encontrar un trabajo en su campo y contribuir al bienestar del planeta, ya sea a través de la sanitización del agua o la educación. Mientras tanto, en su tiempo libre, limpia un refugio de gatos.
Si tuviera que resumir su paso por la universidad en una sola lección, diría que “fracasé un montón como estudiante. Hay parciales por ahí que ni llegaron a tres. Creemos que el éxito se mide en reconocimientos, publicaciones, notas perfectas. Pero hoy prefiero llevar mis errores con orgullo, como prueba de que lo intenté y crecí. Nadie merece ser reducido a un número. Si debo ser medida por algo, que sea por la cantidad de personas a las que amé y las sonrisas que compartí. Esos puentes valen mucho más que los de hormigón”, concluyó.