Desde muy pequeña supo que su camino estaba en la ingeniería. Quizás escuchar a sus papás hablar sobre cómo resolvían problemas reales a través de su profesión, pues ellos también son ingenieros, la enamoró de esta ciencia aplicada desde que tiene uso de razón. Hoy, tras culminar una doble carrera en Ingeniería Industrial e Ingeniería de Sistemas y Computación, con un promedio de 4.81, esta Suma Cum Laude nos recuerda que cuando se estudia con pasión, todo es posible.
Su encanto por la tecnología no se limita a los dispositivos o los algoritmos: nace del profundo deseo de mejorar vidas, de cerrar brechas, de hacer del conocimiento una herramienta para transformar la realidad. Desde las aulas de clase hasta su actual rol en una de las consultoras más reconocidas del mundo, ha demostrado que la excelencia académica y el compromiso con el impacto social no son caminos separados, sino fuerzas que se potencian.
Hoy, mientras sueña con una maestría en el exterior y nuevos retos profesionales, sigue movida por la misma convicción con la que empezó: que la ingeniería puede ser una fuerza profundamente humana. Una fuerza que, combinada con empatía, trabajo en equipo y disciplina, puede abrir puertas, tender puentes y construir un futuro más justo, más inteligente y solidario. Esta es la historia de una ingeniera que cree en el poder de aprender para servir.
Nombre de la carrera: Ingeniería Industrial e Ingeniería de Sistemas y Computación
Promedio: 4.81
¿Por qué decidiste estudiar ingeniería?
Desde que tengo memoria, siempre quise ser ingeniera. Nunca pasé por la etapa de querer ser princesa; desde niña supe con claridad que lo que más deseaba en el mundo era dedicarme a la ingeniería.
Mis papás son ingenieros, y siempre me fascinó todo lo que sabían y podían crear con ese conocimiento. Siempre he sentido una enorme curiosidad por entender cómo funcionan las cosas, pero lo que más me entusiasma es poder resolver problemas combinando lógica, creatividad y empatía. Para mí, la ingeniería es una caja de herramientas para hacer realidad lo que imaginamos: desde una página web hasta un motor, todo con el potencial de mejorar vidas. Es un campo donde mi amor por las ciencias y las matemáticas encuentra propósito e impacto.
¿Cuál es tu mayor pasión?
Mi mayor pasión es la tecnología, porque tiene la capacidad de transformar vidas. No se trata solo de eficiencia o innovación, sino de cómo puede abrir puertas, conectar personas y cerrar brechas.
En la educación, por ejemplo, enseñarle a alguien a usar tecnología es darle acceso a un mundo nuevo de conocimiento y oportunidades. En lo empresarial, no solo mejora procesos: cambia la forma en que las personas trabajan, se relacionan y piensan. Para mí, la tecnología es una herramienta poderosa para construir un futuro más justo, más humano y lleno de posibilidades.
¿Cuál fue la clase que más te impactó?
La clase que más me marcó fue Diseño y Análisis de Algoritmos. A diferencia de muchas otras materias, donde se aprende a seguir pasos o aplicar fórmulas de manera mecánica, esta exigía pensar, entender, analizar y descubrir patrones por cuenta propia.
Me obligó a desarrollar una forma de razonar mucho más estructurada y crítica. Pero más allá del reto, fue una clase que me abrió los ojos a un mundo fascinante: el de los algoritmos como herramientas para resolver problemas reales. Ahí entendí cómo mis dos carreras se cruzaban y cómo, al combinarlas, podía encontrar soluciones únicas a desafíos complejos, como el ruteo o la optimización de procesos productivos.
¿Cuál fue tu mayor aprendizaje en Uniandes?
A lo largo de más de cinco años en la universidad, aprendí que pedir ayuda no está mal y que las grandes cosas solo suceden cuando se trabaja en equipo. Hubo muchos temas y tareas que no entendí, pero siempre tuve amigos que estuvieron ahí para mí: apoyándome, explicándome y haciéndome barra. Aprendí que no tenía que hacerlo todo sola, que compartir lo que sabía también abría la puerta para que otros compartieran conmigo. Que la colaboración no es una señal de debilidad, sino de inteligencia y generosidad. Para ser una persona excelente, hay que rodearse de personas excelentes. En esos años conocí a personas brillantes, generosas y amables que siempre estuvieron dispuestas a tenderme la mano.
¿En qué trabajas actualmente y cuáles son tus proyectos a futuro?
Actualmente trabajo en Boston Consulting Group como consultora estratégica. Ha sido una experiencia increíble porque no he tenido que dejar de lado ninguna de mis dos carreras; al contrario, he podido aplicar lo que aprendí en ambas en distintos proyectos y contextos. Me apasiona aprender y, aunque disfruto mucho mi trabajo, extraño el ambiente académico. Por eso, uno de mis próximos pasos es hacer una maestría en el exterior, en un área relacionada con ingeniería y tecnología. Me entusiasma seguir creciendo profesional y personalmente, y explorar nuevas formas de generar impacto desde lo que más me gusta.
¿Cómo crees que desde tu profesión puedes transformar el mundo?
Creo que el mundo necesita soluciones eficientes, efectivas y ágiles para enfrentar problemas cada vez más complejos. Y ahí es donde la ingeniería puede marcar una diferencia real. No se trata solo de diseñar sistemas o construir estructuras, sino de aplicar el pensamiento analítico y la creatividad para generar soluciones que sean humanas, sostenibles y centradas en las personas. Desde mi profesión, puedo contribuir a transformar el mundo al desarrollar tecnologías que no solo resuelvan problemas técnicos, sino que mejoren vidas. La ingeniería, bien aplicada, puede ser la incubadora de grandes ideas con alto impacto: desde optimizar procesos en salud o educación, hasta cerrar brechas sociales a través de soluciones digitales accesibles.
¿Qué consejo le darías a un “primíparo”?
A los primíparos les diría que la Universidad de los Andes es un lugar donde no hay límites para lo que pueden soñar y lograr. Aprovechen cada oportunidad que se les cruce: una clase inesperada, un profesor inspirador, un CBU curioso, un grupo estudiantil o una actividad deportiva.
Cada uno de estos espacios puede ser la puerta a descubrimientos que hoy ni imaginan. Inscríbanse a todo lo que les llame la atención, incluso si no están seguros. Atrévanse a salir de su zona de confort, a explorar, a equivocarse. Y no me refiero solo al ámbito académico. Disfruten también de los espacios más ligeros: las clases del centro deportivo, los ratos con amigos, las actividades culturales o simplemente una charla en los pasillos. La universidad será tan enriquecedora como ustedes decidan que sea.
Mi consejo es que sean ustedes mismos, sin miedo. Escuchen, aprendan, pregunten, cometan errores y crezcan. Pero, sobre todo, rodéense de personas que tengan la misma sed de vivir esta experiencia al máximo. Al final, son esos vínculos, esos retos compartidos y esa pasión por aprender lo que realmente transforma.
¿Cómo se consigue ser un Suma Cum Laude?
Ser Suma Cum Laude es el resultado de algo que se resume en dos palabras: disciplina y pasión. Para mí, fue un esfuerzo constante a lo largo de más de cinco años, tratando de aprender todo lo que pudiera en cada clase, en cada proyecto, en cada momento. Pero ese trabajo incansable no hubiera sido posible sin una motivación profunda, y ahí estuvo la clave: la pasión. Siempre sentí que tenía la responsabilidad de aprovechar al máximo cada oportunidad de aprendizaje, porque tal vez así, algún día, podría aportar al máximo también. Aprender no era solo una obligación académica, era una forma de prepararme para servir, para ayudar, para transformar.
Aun así, este logro no fue solo mío. Nunca lo habría conseguido sin mis amigos: los que me pasaron apuntes cuando me enfermaba, los que me explicaban pacientemente lo que no entendía, con quienes pasé horas tratando de descifrar tareas imposibles. Para mí, fue casi un trabajo en equipo. El mérito también es de ellos, porque el apoyo, la colaboración y la amistad fueron fundamentales para llegar hasta aquí.
Autora: María Angélica Huérfano