La transición energética no es solo una aspiración global: es una oportunidad histórica para Colombia. Así lo afirmó Ramón Méndez, exdirector de Energía de Uruguay y arquitecto de una de las transformaciones energéticas más exitosas del mundo, durante el evento “Del desafío al éxito: Rompiendo barreras en energía renovable”, realizado el 20 de octubre en la Universidad de los Andes.
Según Méndez, si Colombia avanza decididamente hacia una matriz más limpia, podría alcanzar beneficios extraordinarios: la creación de más de 700 mil empleos, una reducción significativa de los costos de generación y una mejora en la competitividad nacional, tal como lo logró Uruguay en apenas una década.
“En el caso de Uruguay, alcanzar la transición a energías renovables en un 99% nos permitió generar 5.000 puestos de trabajo, esto es, alrededor del 3% de toda la fuerza laboral del país. Si hiciéramos una regla de tres frente a una posible transición energética en Colombia, esto nos daría los 700 mil puestos de trabajo de los que estamos hablando, que es más que todos los puestos de trabajo que tiene la industria del carbón, del gas natural y del petróleo combinados”, señaló el experto durante el evento.
El mensaje de Ramón es claro: la transición energética no es un lujo, es una estrategia de desarrollo económico. Y Colombia tiene las condiciones para convertirse en líder regional si decide acelerar este camino. El país cuenta con uno de los mayores potenciales del mundo en energía solar y eólica, recursos hídricos estratégicos y una base científica y técnica capaz de liderar esta transformación. El desafío, subraya Méndez, está en modernizar reglas, superar barreras institucionales y reconocer que la energía renovable puede ser el motor de un crecimiento más justo, sostenible y resiliente.
Este enfoque se ve respaldado por uno de los estudios técnicos más sólidos realizados hasta la fecha sobre el futuro eléctrico del país. El informe desarrollado por IVY, en coordinación con el Instituto de Sistemas Complejos de Ingeniería (ISCI), la Universidad de los Andes y con el acompañamiento del MME, UPME y XM, advierte que el sistema eléctrico colombiano se encuentra en un punto de inflexión crítico. El modelo hidrotérmico tradicional, sumado a la lenta incorporación de nuevas tecnologías, ha elevado los costos y aumentado el riesgo de racionamiento en años secos, afectando a hogares, empresas y la competitividad nacional.
Aunque Colombia ha avanzado con subastas de energías renovables, el estudio señala que los resultados han sido limitados por retrasos en proyectos, conflictos territoriales, falta de transmisión y fallas estructurales en el diseño del mercado.
Frente a este panorama, los investigadores proponen una ruta óptima de expansión hacia 2038 basada en herramientas avanzadas de modelación como SimSEE, para optimizar la operación bajo incertidumbre climática, y DIgSILENT PowerFactory, para validar la estabilidad dinámica del sistema. La conclusión es contundente: una transición acelerada a renovables es técnica y económicamente viable, y además representa el menor costo posible para el país.
Los resultados muestran que, incluso sin cambiar el parque térmico actual, la expansión más eficiente se basa en una alta participación de energías renovables.
El modelo incorpora 9,3 GW de nueva capacidad solar y 7,3 GW de eólica onshore entre 2026 y 2038, alcanzando una participación renovable del 92,7%. Sin embargo, al mantener las plantas térmicas, cada vez más subutilizadas, el sistema enfrenta sobrecostos innecesarios, lo que motivó un segundo ejercicio: una optimización con salida programada de las carboeléctricas al final de sus contratos.
Este escenario ajustado confirma que Colombia puede alcanzar un sistema 95% renovable hacia 2038, sumando 1,4 GW adicionales de eólica y reduciendo de manera drástica el uso de carbón y gas natural. La salida progresiva de las plantas carboeléctricas no solo es segura y técnicamente viable: también reduce las emisiones del sector eléctrico hasta en 85%, alineando al país con sus metas de descarbonización y compromisos climáticos internacionales.
“En el caso de Uruguay, hoy el país tiene una matriz descarbonizada que permite que nuestras emisiones, ya sea las per cápita o las emisiones, por cada kilovatio hora que consumimos, son de 30 a 40 veces menores que el promedio mundial”, añadió el experto.
Pero los beneficios no son únicamente ambientales. Desde la perspectiva económica, el estudio demuestra que la transición permite reducir las tarifas eléctricas, ya que elimina costos fijos asociados a plantas térmicas inflexibles que hoy encarecen el sistema sin aportar eficiencia real. Con reglas modernizadas, las tarifas podrían disminuir entre un 10% y un 15%, y bajo un modelo de asignación óptima, la reducción del componente de generación podría llegar hasta el 20%, con impacto directo en el bolsillo de los usuarios.
En materia de seguridad energética, el estudio confirma que un sistema altamente renovable es capaz de operar de manera confiable incluso en hidrologías críticas. Los análisis de estabilidad ante contingencias reales demuestran que el sistema mantiene frecuencia, voltaje e inercia dentro de los parámetros establecidos, apoyado por refuerzos puntuales en transmisión, como la línea Primavera–Bacatá, y la incorporación de tecnologías de soporte dinámico como condensadores síncronos y recursos grid-forming.
Más allá de lo técnico, el desafío principal es regulatorio.
El informe señala que el modelo actual sigue anclado en una visión hidro-térmica que no refleja la competitividad de las renovables. Por ello, se requiere modernizar el despacho, actualizar el cargo por confiabilidad, flexibilizar los mecanismos de contratación y crear un entorno que favorezca inversiones limpias, predecibles y de largo plazo. Sin estos ajustes, los beneficios técnicos y económicos no podrán trasladarse de manera plena a la ciudadanía.
En el evento, la Facultad de Ingeniería de la Universidad de los Andes aprovechó este espacio para lanzar la Maestría en Innovación de Sistemas Energéticos (MISE), un programa diseñado para formar a los líderes que Colombia necesita en esta nueva etapa. La MISE integra ingeniería, economía, políticas públicas e innovación tecnológica, y prepara a profesionales capaces de diseñar, implementar y liderar sistemas energéticos complejos en un mundo en transformación.
La conclusión es simple y poderosa: Colombia tiene todo para replicar, e incluso superar, el caso de éxito de Uruguay. Un sistema eléctrico renovable, estable y de menor costo no solo es posible: es la mejor apuesta para el desarrollo del país. Con visión, decisión política y talento humano, la transición energética se convierte en una oportunidad para impulsar la economía, proteger el ambiente, fortalecer la seguridad energética y construir un futuro más justo y competitivo para todos los colombianos.
Autora: María Angélica Huérfano













