Al oriente de Colombia, en la frontera con Venezuela, se encuentra un territorio inmensamente rico en cultura, biodiversidad y vocación agrícola. Un mosaico de sabanas, ríos caudalosos, selva y suelos fértiles. Estamos hablando del Vichada, el más extenso del país y uno de los menos poblados.
Aunque el departamento enfrenta retos agroecológicos, económicos y logísticos, su gran potencial de expansión agrícola en cultivos de arroz, maíz, soya y especialmente de marañón, representa una oportunidad única para construir un modelo de desarrollo sostenible para que el Vichada florezca como una potencia global.
A esto le apuesta el Proyecto Jurui, que significa marañón en sikuani, una de las lenguas indígenas y patrimonios orales que aún conserva este departamento.
Jurui, liderado por las facultades de Ingeniería y Diseño de la Universidad de los Andes y la Escuela de Ingeniería Julio Garavito, es una iniciativa financiada por el Sistema General de Regalías que busca transformar su fruto más representativo: el marañón, en motor de desarrollo para el departamento, conectando ciencia, tecnología y tradición.
Hoy Colombia produce cerca de 6.000 hectáreas de marañón y su mayor productor es precisamente el Vichada. Jurui busca incrementar esta producción fortaleciendo las capacidades tecnológicas de su cadena de valor para convertir al departamento en potencia exportadora, en un mercado mundial que mueve más de siete mil millones de dólares al año.
Pero eso no es todo, Jurui está transformando la cáscara o coraza del marañón, considerada hasta hace poco como un residuo del fruto, en productos de alto valor agregado.
Para esto trabaja, desde hace más de tres años, con un grupo multidisciplinar de investigadores que con el apoyo de la Gobernación del Vichada, el SENA regional del departamento y la comunidad de marañoneros, ha logrado, por un lado, diseñar, construir y validar prototipos de Investigación y Desarrollo I+D para la preclasificación, apertura y separación de la nuez de marañón con lo que se tecnifica una labor que por años se ha hecho de manera manual, mejorando significativamente la producción de la almendra.
Pero los investigadores fueron más allá y gracias a su ingenio e innovación se hicieron una pregunta disruptiva. ¿Qué hacemos con los residuos del marañón que representan casi el 75% del fruto? Material que transformado puede convertirse en infinidad de productos.
La respuesta hoy es una realidad: nuestros investigadores lograron extraer el líquido de la cáscara para producir oleogeles útiles en la industria de lubricantes, con potencial aplicación en los sectores cosmético y farmacéutico.
Pero los secretos de esta coraza no paran ahí. Con sus cenizas han creado nuevos materiales y empaques que se procesan, se comportan y lucen como el plástico, pero no son plástico.
De esta manera, el proyecto revoluciona la manera en la que se tratan estos residuos al darles una nueva vida útil, contribuyendo a una economía circular más eficiente y a una producción agrícola más ecológica.
“Este proyecto no solo representa un avance tecnológico y científico sino una oportunidad única para la comunidad, la región y el país. Es un proyecto que nació de la creatividad, la innovación y el profundo respeto de los saberes ancestrales de la comunidad del Vichada. Hoy, gracias a su valoración y transformación, los residuos del marañón se convierten en una nueva materia prima para la industria, en un proceso que une tradición y modernidad, ciencia y cultura, sueños y realidades, señaló Alicia Porras, vicedecana de Investigación y Doctorados de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de los Andes y una de las líderes del proyecto.
Sueños convertidos en realidad
Los pasados 10 y 11 de junio, el proyecto Jurui llevó a cabo un emotivo workshop de socialización de resultados en Puerto Carreño, corazón del Vichada, un espacio en el que la comunidad fue la gran protagonista.
Durante el encuentro, habitantes del territorio, productores, investigadores, representantes de instituciones locales y nacionales y aliados del proyecto se reunieron para conocer de cerca los logros que, hasta ahora, ha alcanzado esta iniciativa.
A través de diversas actividades, como presentaciones, muestras de productos, conversatorios y espacios de diálogo comunitario, se compartieron los avances científicos, técnicos y sociales del proyecto. Fue una oportunidad valiosa para fortalecer lazos, recoger aprendizajes y reafirmar el compromiso colectivo con un futuro sostenible y esperanzador para el Vichada.
Una de las grandes sorpresas del evento fue la presentación de Gabriela Barriga, gerente general de Pelpak S.A, empresa dedicada a la fabricación y comercialización de envases y tapas plásticas que decidió sumarse a este proyecto y poner a prueba los materiales desarrollados dentro de Jurui para desarrollar nuevos empaques.
Gabriela presentó, con mucha emoción, el primer prototipo de envase que resiste líquidos, un termo elaborado con resina tradicional mezclada con la resina elaborada a partir de la ceniza del marañón. Además de este prototipo, Pelpak ha desarrollado también tapas con este mismo material.
“Este avance no solo representa un logro técnico: es una muestra tangible del poder de la ciencia, la industria y la comunidad trabajando juntos por un futuro más sostenible. Lo que buscamos es mostrarles a los productores que lo que cultivan con tanto empeño puede ir mucho más allá. Este es un testimonio inspirador de que la sostenibilidad no se logra solo con buenas intenciones, sino con alianzas reales, con ciencia aplicada y con una visión que combine innovación y empatía. La imaginación es el límite, afirmó Gabriela, recordando que cuando se trabaja con alma y propósito, el impacto puede ser inimaginable.
Para los productores de marañón del departamento, como Gustavo Murillo, invitado también al evento, este proyecto ha permitido que el país conozca el potencial que tiene el Vichada y le ha mostrado a la comunidad las enormes oportunidades que tiene la producción y transformación del fruto. El proyecto nos ha dado herramientas, conocimiento y esperanza. Ahora sentimos que estamos sembrando no solo para nuestras familias, sino para el futuro de todo el Vichada y del país”, sostuvo.
El futuro florece en Vichada
Luego de la socialización de los resultados del proyecto, Camilo Hernández, profesor del Departamento de Ingeniería Mecánica en la Escuela de Ingeniería Julio Garavito y otro de los líderes del proyecto, señaló que el Proyecto Jurui no termina aquí, sino que inicia una etapa de transferencia tecnológica en la que todo el conocimiento adquirido será trasmitido al SENA para que sea difundido a toda la región. “Este es solo el inicio, ahora necesitamos que la comunidad, la academia y el Estado sigan trabajando de manera conjunta para que todo lo conseguido en estos años sea realmente aprovechable para el departamento y el país”, enfatizó.
Para la profesora Alicia Porras, Jurui demostró como la creatividad, la innovación y el profundo respeto por los saberes ancestrales puede construir futuros sostenibles, inclusivos y justos.
“Este proyecto es un ejemplo claro de cómo la ciencia y la tecnología pueden ser una herramienta poderosa para el desarrollo sostenible, la generación de empleo y el fortalecimiento de las comunidades. Quiero reconocer la importancia de la comunidad de marañones, quienes han sido guardianes del conocimiento y de los saberes ancestrales que nos permitieron entender el valor real de la naturaleza que nos rodea. Sin su experiencia, su trabajo cotidiano y su conexión con la tierra este proyecto no hubiera sido posible. Ustedes son la raíz de la iniciativa y su participación ha sido nuestro motor”, añadió la profesora.
Señaló además que este ha sido un camino colectivo, “un sueño que nos invita a construir un nuevo futuro en donde las comunidades son protagonistas, en el que el respeto por el medioambiente y la valoración de los recursos naturas son el camino para construir un país más justo y próspero”.
Autora: María Angélica Huérfano