Bogotá atraviesa una crisis hídrica. El aumento en la demanda de agua, la contaminación de sus fuentes y el impacto del cambio climático han llevado a la ciudad a un momento crítico. Este desafío exige respuestas inmediatas, pero, sobre todo, un compromiso conjunto de ciudadanos, empresas e instituciones para garantizar un uso más responsable y eficiente del recurso más vital para la vida.
Conscientes de esta realidad, la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá (EAAB), con el respaldo de la Universidad de los Andes, ha puesto en marcha el Plan Maestro para la Gestión Integral de Pérdidas de Agua. Esta iniciativa busca enfrentar un problema que afecta directamente la disponibilidad del agua: las fugas y pérdidas en la red de distribución.
Según la EAAB, el agua se pierde por roturas en tuberías, fugas en acometidas, reboses en tanques, fallas en la medición y conexiones ilegales, lo que ocurre desde las plantas de potabilización hasta los hogares y empresas de la ciudad.
Para encontrar soluciones efectivas, un equipo de expertos de la Universidad de los Andes—liderado por el Centro de Investigaciones en Acueductos y Alcantarillados (CIACUA) del Departamento de Ingeniería Civil y Ambiental—trabajará en el diseño de una hoja de ruta que permitirá a la EAAB reducir y controlar estas pérdidas de manera eficiente. En este esfuerzo también participarán investigadores de otras áreas de la Facultad de Ingeniería y otras facultades de la Universidad.
Tecnología y ciencia para optimizar el uso del agua
El profesor Juan Guillermo Saldarriaga, líder del CIACUA y responsable del proyecto por parte de la Universidad de los Andes, explica que esta investigación incorporará tecnología de vanguardia para calcular el nivel económico de pérdidas, es decir, el porcentaje óptimo de reducción del desperdicio de agua sin que el costo de las inversiones supere los beneficios.
“El porcentaje de pérdidas de agua en muchas ciudades de Colombia es alarmante; en algunos casos, ni siquiera se mide. En Bogotá, se estima que es del 37%, y nuestra meta es reducirlo a un 17%. Para lograrlo, utilizaremos herramientas como analítica de datos, modelos computacionales para simular redes hidráulicas en tiempo real, sistemas avanzados de macro y micromedición, entre muchas otras tecnologías", señala el profesor Saldarriaga.
Pero el impacto de esta investigación no se limita a los cálculos técnicos. El plan también incluirá estrategias clave como la política de medición del agua, la gestión eficiente de pérdidas, la identificación y priorización de proyectos rentables, y la gestión social del agua en asentamientos vulnerables. Además, se diseñará un modelo contractual que permita hacer realidad las soluciones propuestas.
Un proyecto con visión internacional
El trabajo de consultoría, que comenzará formalmente en 2025 y se desarrollará a lo largo de cinco años, contará con la participación de expertos internacionales en el área (por confirmar nombres y cargos). Esta colaboración interdisciplinaria y global asegura que Bogotá pueda convertirse en un referente en la gestión del agua a nivel nacional e internacional.
La consultoría representa una inversión de 2.565 millones de pesos por parte de la EAAB y su inicio formal se llevó a cabo el 15 de enero, con la presencia de la gerente general de la EAAB, Natasha Avendaño García, la decana de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de los Andes, Rubby Casallas, y el profesor Juan Guillermo Saldarriaga, entre otros invitados.
Hacia una Bogotá más resiliente
Este proyecto no solo busca reducir la pérdida de agua, sino abrir caminos para la innovación tecnológica en el sector del agua potable y saneamiento básico. Gracias a este esfuerzo conjunto entre la academia y la empresa pública, Bogotá y la Universidad de los Andes se consolidan como referentes en soluciones sostenibles, demostrando que es posible construir un futuro donde el agua sea protegida y aprovechada con inteligencia y responsabilidad.
"Cada gota cuenta. El uso responsable del agua y la reducción de sus pérdidas nos permitirá tener una ciudad más resiliente ante el cambio climático y más consciente del valor de su recurso más preciado", concluye el profesor Saldarriaga.
Por: María Angélica Huérfano