Esta historia corrobora, una vez más, que nunca hay que dejar de estudiar, que nunca es tarde para hacer lo que nos apasiona, que no hay que dejar deudas pendientes y que el ejemplo es la mejor manera para generar respeto y admiración.
Aunque esta historia comenzó hace muchos años, incluso décadas, solo logró materializarse en pandemia. Nuestro protagonista: el profesor Juan Guillermo Saldarriaga, del Departamento de Ingeniería Civil y Ambiental, el único que no tenía doctorado entre sus compañeros y que además estaba a punto de jubilarse.
El profesor Juan llegó a la universidad cuando estaba muy joven, luego de hacer su maestría en Ingeniería Hidráulica en la Universidad de Newcastle de Inglaterra, en una época distinta en la que no se requería doctorado para ser docente.
Así, sin darse cuenta, entre sus clases, nombramientos administrativos como coordinador y director de departamento, director de maestrías y vicedecano de posgrados, entre otros, y como creador y líder del Centro de Investigaciones en Acueductos y Alcantarillados, CIACUA, pasaron nada más ni nada menos que 40 años.
En todo este tiempo siempre estuvo entre sus propósitos iniciar ese doctorado. Sentía que se lo debía a él, a su familia y a la universidad, pero nunca encontró el momento preciso. Sin embargo, esto estaba por cambiar y la pandemia sería su mejor aliada.
A principios de 2020, cuando el mundo tuvo que encerrarse para huir del COVID, el profesor Juan vio en este distanciamiento y en la virtualidad que trajo la oportunidad de saldar esa deuda.
Entonces, se puso manos a la obra y empezó a buscar entre las mejores universidades en temas de ingeniería hidráulica. Así llegó a la Universidad Politécnica de Valencia, en España, a la que él ya había visitado como docente, pero que ahora se convertiría en su alma mater.
Fueron dos años y medio de intensa dedicación, algo que a él le queda fácil porque hace parte de sus cualidades profesionales y personales, y de un montón de anécdotas, desde la dificultad para entregar sus certificados de estudios anteriores porque ya no había registro de ellos, por ser muy antiguos, hasta sus duras jornadas estudiando legislación española para sus clases de derechos de autor.
Un arduo trabajo que hizo de manera virtual y silenciosa, pues nadie sabía que el profe Juan estaba haciendo un doctorado, ni su familia ni la universidad. Era casi un secreto de estado.
La razón, el profesor se estaba probando. A punto de jubilarse, este ya no era un tema para continuar escalando, era un reto tan personal que decidió asumirlo solo.
Al final, el resultado no podía ser otro, obviamente estamos hablando del profesor Juan Saldarriaga. Un doctorado internacional en Ingeniería del Agua y del Medioambiente con un promedio de notas de 10 sobre 10, merecedor a la distinción Suma Cum Laude.
Adicionalmente, su trabajo de grado “Diseño óptimo de sistemas de alcantarillado urbano”, que incluye cuatro artículos ya publicados en las revistas periódicas del International Scientific Index ISI y tres adicionales que están por publicar, está nominado a la mejor tesis doctoral de la Universidad de Valencia y obtuvo el récord mundial como el sistema de drenaje urbano más eficiente y de menor costo que existe actualmente.
“Días previos a la defensa de la tesis, que fue ante un tribunal de expertos internacionales, entre los mejores del mundo en el tema de agua, tuve mucha ansiedad. Sin embargo, ya estando allí ante el público, toda la tensión desapareció. Empecé a hablar y a contestar preguntas del tema sobre el que he estudiado y trabajado por más de 40 años y que concentra toda mi atención: el saneamiento básico para todos”, señaló el profesor Juan, quien, sin lugar a duda, se sintió como pez en el agua.
Ahora, el profesor busca iniciar la etapa de desarrollo de su proyecto en el municipio de Tumaco, Nariño, ya que esta es una de las poblaciones que registra problemas graves de saneamiento básico y agua potable del país.
Igualmente, está a la espera de la fecha de su ceremonia de grado que le permitirá traer ese diploma internacional que tango enorgullece a su familia, a la que le sacó lágrimas una vez se enteró y a la Facultad de Ingeniería de la Universidad de los Andes, que son sus dos lugares preferidos en el mundo y que, como lo señalamos al principio de este artículo, demuestra que nunca es tarde para hacer lo que nos apasiona y que el ejemplo es la mejor manera para generar respeto y admiración.